jueves, 13 de diciembre de 2012


Diciembre 13, 2012.

“DERECHO DE CORCHO” EN HOSPITALES PRIVADOS.

 

Antecedente: mujer de 75 años y de recursos económicos medios. Resbala en el baño de su casa y se rompe la cadera. No tiene derecho a servicios médicos institucionales. Los servicios médicos públicos están saturados, sin camas disponibles. Es llevada a un hospital privado de la Ciudad de México. La cadera debe ser sustituida.

El precio de la prótesis que vende el hospital privado es muy elevado. Digamos que CIEN. Póngale usted, amable lector, los ceros que quiera y llame a la moneda  peso, dólar o euro. La familia puede comprar la misma prótesis, fuera del hospital, en TREINTA. El hospital no acepta. Si la familia compra la prótesis por fuera, debe pagar OCHENTA al hospital para que se le implante ésa prótesis y no la que ellos venden. “Derecho de corcho”, en palabras llanas que dan pena. El precio se eleva, pues, a CIENTO DIEZ.

Finalmente la familia traslada a la mujer fracturada a la ciudad de Celaya. Con la ayuda de un sobrino que trabaja en un hospital privado de esa  ciudad logran que se le implante a la mujer una prótesis que no es la que vende el hospital. Salvaron SETENTA, dinero que, además, no tienen.

Negocio pingüe el de estos hospitales, que son una vergüenza. Rentan cuartos, a los que llaman “Suites”, en precios que superan los de una Suite en un hotel de cinco estrellas en el centro de Manhattan. Cobran por tiempo, carísimo, el derecho a la sala de operaciones. Hasta aquí podría estar bien, aunque esté muy, pero muy mal. Por si no bastara, venden, a precios inaceptables, medicamentos, material de curación, jeringas, jeringuitas y sueros, guantes de hule, sueros, sondas, equipo de cirugía desechable que deberían desechar pero que no desechan, material de osteosíntesis o, como es el caso del ejemplo,  prótesis articulares. La lista es larguísima.

¿Y los médicos? Los hospitales privados no tienen pacientes, esto debe recalcarse. Los pacientes los llevan los médicos que deciden trabajar en ellos. ¿Por qué aceptan los médicos este atraco cuando deberían velar por la economía de quienes confían en ellos? ¿Por qué lo aceptan los Seguros contra Gastos Médicos Mayores? Y la Secretaría de Salud ¿no regula?, ¿no está enterada? ¿hace de la vista gorda? ¿Todos pertenecen a la mafia que lucra con la enfermedad y los accidentes?

Repito: ¡qué vergüenza y qué pena!

 

Dr. Ricardo Perera Merino.

 

 

 

miércoles, 17 de octubre de 2012

Iatrofobia

Octubre 17, 2012.


Por María del Pilar Montes de Oca Sicilia

Para mi apá, el mejor doctor del mundo mundial

Mi padre es doctor y lo admiro profundamente, no porque sea mi padre sino porque es un buen médico en todo el sentido de la palabra. Pero en realidad es uno de los pocos médicos que admiro y respeto, porque yo sufro de iatrofobia. La iatrofobia es una de las fobias más persistentes y ominosas y consiste en un miedo anormal y agudo a los médicos o a acudir al médico. Viene justo del griego iatros- médico y phobia- miedo.

Aunque muchas personas consideran esta fobia como rara o injustificada  creo que la medicina actual ha llegado a niveles tan absurdos, agresivos y hostiles para los pacientes, que es del todo lógico y normal que muchas personas la padezcamos.

Yo, por diversas razones, he tenido que acudir a muchos médicos y hospitales de forma casi continua durante dos de las tres partes de mi vida. Y al tener tanto contacto con los médicos —algunos en México y otros en el extranjero—es que he desarrollado esta fobia. Conozco demasiados médicos, de diversa índole y de distintas especialidades, y siento que puedo ver sus intenciones, que puedo “leerlos entre líneas”. Unos me parecen poco profesionales, otros bandidos, otros adivinos, otros que creen que si es chicle, pega. De hecho la mayoría, salvo raras y honrosas excepciones, me han dejado con un muy mal sabor de boca.

Los médicos, como cualquier profesionista, deben cobrar por los servicios que ofrecen, que de algo han de comer, faltaba más, pero creo que si hay alguna profesión que se ha corrompido ha sido ésta. Piensa: ¿a qué abogado o arquitecto le pagas por adelantado? ¿si el contador no presenta tu declaración de impuestos le pagas? ¿tomas medidas? ¿lo despides? ¿lo cambias? Si el ingeniero no entrega arreglada la bomba, ¿qué haces? Pero con los médicos la cosa cambia y ellos cobran por adelantado, te curen o no, te hayan hecho un buen diagnóstico o no, le hayan atinado al padecimiento o no; y si no le atinan, mala tarde, que es ensayo, error.

—Doctor tengo gastritis y colitis

—Tome Ranitidina

—Doctor no se me quita

—Tome Omeprazol

—Doctor me cayó mal

—Ahora pruébele con el Pantoprazol

La cosa es que ni te cura y cada diálogo o consulta le tienes que apoquinar  $1200 pesitos si es un médico particular, que si no lo es y pertenece a la medicina pública cada dialogo tendrá un lapso de 3 meses si bien te va, con 2 horas de espera entre medias.

Si bien es cierto que los avances científicos y tecnológicos han permitido que la medicina avance de forma inusitada y que los médicos, que antes eran generales, cirujanos, doctores, physicians o como se les llamara, sean ahora especialistas que se adentran en una sola rama de la medicina para poder dominarla e ir más allá en ella, la especialización—como diría mi papá— ha deshumanizado la medicina. El especialista ya ni voltea a ver al paciente sino sólo ve las placas, los análisis y los datos; se ha olvidado del sentido holístico de todo, incluyendo al ser humano, que responde a un continuum en donde mente, cuerpo y emociones están profundamente entrelazados.

Los médicos «modernos», «trendy», los que siguen la escuela gringa de hacer y practicar la medicina viven enfundados en una bata quirúrgica —si hacen cirugía—, o en traje de civil —que es peor—, ven a un titipuchal de pacientes al día en mini cubículos, se enfocan en la enfermedad de forma localizada, se basan en estadísticas y análisis y nunca de los nuncas platican con las personas, no preguntan ni a qué se dedican, ni si están casadas o solteras o tienen hijos, o viven solas, olvidan lo emocional, se basan en lo puramente físico y eso, obvio, lleva muchas veces a malos resultados.

A mí me ha pasado con muchos médicos, pero en especial con un hepatólogo, muy chipocludo y reconocido nacional e internacionalmente, el Dr. Kershenovich, que tiene un consultorio muy nice en una zona nice, con pacientes nice y asistentes nice, al que fui a ver desolada después de ser diagnosticada con un mal mayor. Luego de hacerme esperar más de dos horas y mandarme con dos enfermeras a recorrer los pasillos nice de un cubículo a otro y de mandarme a dos pasantes —egresados de una universidad legionaria, de cuyo nombre no quiero acordarme— para rellenar cuestionarios de rigor, entró al cubículo con análisis en mano, sin voltear siquiera a verme, para decir que tenía que prescribirme el consabido tratamiento de rigor —cosa que yo ya sabía, porque venía hasta en Internet— y luego cobrarme la friolera de 3 mil pesitos.

La medicina se ha convertido en un negocio, en uno de los más lucrativos del mundo. Un negocio sucio y desalmado, la verdad, porque se lucra con el dolor y la vida humana —evidentemente además del bolsillo—, porque no hay ser más vulnerable que un enfermo. Cuando estás enfermo te conviertes en un desvalido, un marginado, un indefenso que está deprimido, que no sabe qué le pasa, que desconoce su cuerpo y que busca respuestas en cualquier parte, busca ayuda en donde sea y como sea y que necesariamente ve en el médico a un «salvador», a un paladín que va a remediar su malestar, su dolor y su angustia, ve en él a alguien en quien depositar su confianza, su pena y su problema. Por eso me parece una ignominia que existan ese tipo de médicos e instituciones que lo único que buscan es enriquecerse, mercantilistas, diría mi papá.

Ya no se diga si eres un enfermo con cáncer o un padecimiento mortal que te transforma en una persona casi sin voluntad o, peor aún, si eres un paciente psiquiátrico. Me cuentan por ahí que hay un oncólogo muy renombrado llamado Zinser, que es el típico que tiene a pacientes terminales, con fiebre y escalofríos, esperando dos horas en la una sala y que cuando los ve no tiene ni el más mínimo gesto humano para con ellos. Pero eso sí, siempre cobra, los cure o no, se mueran o no.

¡Qué lejos estamos de los médicos familiares que te conocían desde niño, que conocían a toda tu familia, que iban a tu casa! Y más lejos todavía de los tiempos de Hipócrates que juraba cosas como: «Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis facultades y a mi entender, evitando todo mal y toda injusticia» Ojo, injusticia. Y también juró cosas como «Y no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos; me libraré de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones corruptoras».

¡Qué lejos, en verdad, estamos de eso!

Por todo lo anterior sufro iatrofobia y trato de ir al doctor lo menitos posible, como bien dice mi papá: «¡No vayan al doctor! Es como llevar el coche al taller, cuando te lo regresan sale jalonéandose y con otros problemas que al entrar ni tenía”

P.S.

María del Pilar Montes de Oca Sicilia, a quien agradezco su autorización para subir este notable documento a mi blog, es lingüista y directora de la revista “ALGARABÍA” que se publica en Internet:


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Dr. Ricardo Perera Merino.

jueves, 5 de julio de 2012

En todos los tiempos y en todas partes se han cocido, y se cuecen, las mismas habas


Julio 05. 2012.

Nada sé de los tiempos prehistóricos anteriores a Shennung, pero desde las dinastías Yu y Shia (después del siglo XXIII antes de Cristo), durante el periodo considerado por los testimonios históricos, la naturaleza humana siempre ha luchado por buena comida, vestido, placeres y comodidad física, con la tendencia a enorgullecerse de la riqueza y la ostentación. Por más que los filósofos enseñen otra cosa, la gente no cambia. Por tanto, los mejores hombres dejan las cosas tal como están y luego vienen, sucesivamente,  los que tratan de orientarlas, los que moralizan con respecto a ellas, los que tratan de ajustarse a ellas como pueden y, por último, los que se meten en la rebatiña. En pocas palabras, Shansi produce madera, granos, lino, pieles de buey y jade. Shantung produce pescado, sal, laca, seda e instrumentos musicales. Kiangnam (al sur del Yangtsé) produce cedro, jengibre, canela, minerales de oro, estaño, cinabrio. Lungnem produce piedras para tabillas. El Norte produce caballos, ovejas, vacunos, pieles y cuernos. En cuanto al cobre y al hierro, se hallan en muchos montes, por todas partes, como peones en un tablero de ajedrez. Esto es lo que más gusta a los chinos y les procura medios para la vida y ceremonias para los muertos. Los labradores lo producen, los mayoristas lo traen del campo, los artesanos lo trabajan y los mercaderes lo venden. Todo esto ocurre sin intervención del gobierno o de los filósofos. Cada cual hace lo que puede y utiliza su esfuerzo para conseguir lo que quiere. Consiguientemente, los precios tienden a igualarse, pues los bienes baratos van adonde están caros y provocan el abaratamiento. Las personas siguen sus respectivas profesiones y lo hacen por propia iniciativa. Es como agua que corre y busca el nivel inferior día y noche, sin pausa. La gente produce las cosas sin que nadie se lo pida y estas cosas son transportadas adonde hacen falta. ¿No es verdad que estas cosas ocurren naturalmente, de acuerdo con sus propios principios? El libro de Chou dice: “Sin los labradores, los alimentos no serán producidos; sin los artesanos no se desarrollará la industria; sin los mercaderes desaparecerán los bienes valiosos y sin los mayoristas no habrá capital y no podrán ser utilizados los productos naturales de lagos y montes”. Nuestro alimento y vestido vienen de esas cuatro clases y la riqueza y la pobreza varían según el tamaño de estas fuentes. En una escala grande se beneficia un país; en una escala pequeña se beneficia una familia. Tales son las ineludibles leyes de la riqueza y la pobreza. Los listos tienen lo suficiente y ahorran, mientras que los estúpidos no tienen lo suficiente. Por tanto, los graneros deben estar llenos antes de que la gente hable de cultura. La gente debe comer lo suficiente y vestirse bien antes de que pueda hablar de honor. Debería avergonzarse el hombre que, sin ser un ermitaño religioso, anda siempre pobre, desaliñado y sin hacer nada de provecho, mientras entona cantinelas sobre trivialidades morales.

Szema Chien

Szema Chien fue un pensador chino que vivió durante el siglo inmediato anterior a Cristo. Chien ha sido considerado el más grande historiador de China. De entre su obra destaca el capítulo sobre Riqueza y Comercio, al cual pertenecen estas líneas.

Fuente: “La importancia de comprender”, de Lin Yutang, Editorial Sudamericana, quinta edición, 1980, capítulo XXXVIII, “De la riqueza y el comercio”, págs.. 189-192.

Ricardo Perera Merino

miércoles, 4 de julio de 2012

AMLO, loquito incurable

Julio 03, 2012.


Ayer, el 02 de julio,  AMLO anunció que impugnaría la elección presidencial. Si no fuera porque sé con certeza que padece de “epilepsia mental” (esto significa que sus neuronas convulsionan y babean), no podría creer que un tipo de esa calaña se postulara para presidente de México. Paso por alto su incapacidad para aceptar una derrota, su envidia y sus frustraciones. Paso por alto que le fue negada la facilidad de palabra y también que es cortísimo de entendederas, pero hay que ponerle un alto a un sujeto que asegura saber con certeza lo que pensaron 17.5 millones de mexicanos al emitir su voto y cuál fue la intención verdadera de cada uno de ellos.

Lo cito textualmente: “Los que votaron por Peña Nieto que lo hicieron sin necesidad; es decir, sin padecer de pobreza, lo hicieron porque apostaron, respaldaron  el régimen de corrupción. Es muy duro esto que estoy diciendo, pero es la realidad, se votó por Peña Nieto para mantener el régimen de corrupción, no tengo la menor duda que eso es lo que significa ese voto”.

AMLO hace como que  ignora cuál es la función del IFE y cuál es la función del TRIFE y esa fingida ignorancia lo lleva a expresar toda suerte de barbaridades. Fue así como Instó al IFE y al TRIFE a: “asumir su responsabilidad y dar la cara”.  Está claro para cualquiera que el IFE y el TRIFE tienen responsabilidades específicas, y distintas, y que tienen que asumirlas a carta cabal. El IFE asumió la suya, que aún no termina: organizar la elección (con todo lo que ello implica), contar los votos, elaborar las actas, concentrarlas en el Distrito Electoral correspondiente,  proceder al conteo Distrito por Distrito, publicar todos los resultados y dar constancia de mayoría al ganador de la elección. Ahí termina la función del IFE hasta que tenga lugar otra elección. Si alguno de los candidatos no está conforme con lo que dictaminó el IFE, por la razón que sea, presenta su inconformidad ante el TRIFE para lo cual tiene que presentar las pruebas que acrediten su rechazo al resultado emitido. El TRIFE recibe pruebas, las estudia, investiga y emite un juicio.

Al aseverar que tiene pruebas de las irregularidades en las que incurrió el PRI durante la campaña, AMLO dijo (textual): “Es que no se puede nada más estarnos a nosotros cargando la responsabilidad de un hecho tan grave, me refiero a que nosotros tengamos que sofocar la gran inconformidad que existe, yo asumo mi responsabilidad, pero la responsabilidad institucional recae en el IFE y en el Trife (TEPJF), ellos son los que tienen que dar la cara y enfrentar este asunto”.

Don Andrés Manuel, incurable loquito, a usted no lo está cargando de responsabilidad alguna ni el IFE, ni el TRIFE. Usted no está sofocando la gran inconformidad que existe (entre sus seguidores, aclaro, porque los panistas ya aceptaron su derrota y los priistas lejos de estar inconformes están felices) lo que usted está haciendo, y millones de mexicanos lo anticipábamos, es crear una inconformidad, encenderla,  atizar las brasas; usted esta provocando, enardeciendo a “sus tontos útiles”, llevándolos al abismo. El TRIFE enfrentará este asunto, y todos los asuntos que usted le quiera llevar, cuando se los lleve. Presente todas las pruebas que tenga y susténtelas. Sea usted serio, porque hasta el momento  ha sido, simple y llanamente, puro bla-bla-bla, baba de perico.

No conforme con los dislates mencionados, fue usted más lejos (textual):  “Hay un procedimiento legal que vamos a agotar y queremos que la autoridad responsable, lo sea, para eso son las autoridades, vamos a acudir a ellos y ellos tiene que dar la cara y una explicación a los ciudadanos; si se limpia la elección no tengo duda,  y limpiar la elección significa, quitar todos los votos que fueron comprados y ganamos con bastante margen”.

Su hablar cantinflesco, don Andrés Manuel (imagino cómo escribirá),  nos obliga a ser buenos intérpretes. Me atrevo a pensar que usted quiso decir: “si se limpia la elección quedaré satisfecho, y limpiarla implica anular los votos que fueron comprados y entonces yo gano con bastante margen”. Es sencillo. Con toda certeza, y en base a las solidísimas pruebas que usted presente, el TRIFE anulará 3.5 millones de votos adjudicados a Peña Nieto, votos corruptos  de personas malintencionadas que no son pobres. Sin embargo, como esto resultaría en un empate podrían quitarle medio milloncito de votos a Josefina Vázquez Mota y sumárselos a usted para que gane sin duda alguna y evitar así que Peña Nieto lo desconozca, le haga un plantón, trate de impedir que usted entre al Palacio Legislativo el primero de diciembre, lo llame “espurio”, les prohíba a todos sus diputados y senadores que le dirijan  siquiera una miradita, se autoproclame presidente legítimo en el Zócalo capitalino y amenace con traerlo a “mecate corto” todo el sexenio.

Hay otra opción para usted, digamos que un plan B: ya no le dé tantas vueltas y acepte por primera vez en su vida una derrota. La opción C no se la deseo aunque se la recomiendo: ingrese a una Granja para enfermos mentales y termine sus días tranquilo, mirando atardeceres, jugando damas chinas, conversando. Piénselo don Andrés Manuel, si puede.
Ricardo Perera Merino


lunes, 2 de enero de 2012

UNA MUERTE DIGNA

Enero 02, 2012.


La Ley de Voluntad Anticipada entró en vigor este 1 de enero en el estado de Guanajuato, pero los primeros formatos de voluntad anticipada podrán suscribirse hasta el 1 de julio próximo. De esta manera los pacientes desahuciados podrán expresar su voluntad de morir dignamente, sin someterse a tratamientos inútiles que solo prolongarían su muerte. También personas sanas podrán llenar el formato de voluntad anticipada para que, en caso de verse en el futuro en una situación de desahucio e incapacitadas ya para manifestar su voluntad, se respete su decisión de morir dignamente.
         El estado de Guanajuato se suma a lo ya logrado en el D.F. y sigue poniendo el ejemplo a toda la república. El Congreso de Guanajuato entendió claramente que se trata de una decisión personal, que esa decisión no obliga a nadie, que deben llenarse requisitos médicos y legales sencillos y que la creencia religiosa de cada quien la interpreta cada quien.
         Esperamos que otros estados de la federación estudien y comprendan el problema y que sus Congresos sigan el ejemplo de los Congreso del D.F y Guanajuato. En este problema no tienen cabida las encuestas ni los plebiscitos porque los pacientes desahuciados, sin calidad de vida y que sufren, son una minoría entre la población sana.
         El D.F. y Guanajuato mantiene viva la esperanza para todos los mexicanos que, en cualquier rincón del país, sufren contra su voluntad agonías prolongadas y onerosas. También las sufren sus seres queridos.

Dr. Ricardo Perera Merino

martes, 20 de diciembre de 2011

LA FALSEDAD DEL “PLASMA MARINO”


Diciembre 20, 2011. 

Recibí de un amigo una presentación Power Point que lleva el siguiente título:

“Agua de mar, un plasma marino al alcance de todos”.

         El artículo en que se basa la presentación fue elaborado por Pedro Pozas Terrados, quien es:
Naturalista. Primatologista.
Director Ejecutivo y Coordinador del Proyecto Gran Simio.
Voluntario Activo de Green Peace.
 Director del Proyecto Fotográfico Libertad.
 Director y Guionista del programa: “Voces del Planeta”.

Resumiendo, la presentación nos informa que existe un “plasma marino”, que ese plasma es gratuito, que alimenta, hidrata y cura prácticamente todo. Esta “maravilla” barata, qué digo barata, regalada, fue descubierta por un francés: René Quinton (1866-1925).
Antes de proseguir es conveniente decir algo sobre Quinton. Cuando René Quinton terminó el bachillerato se dedicó, por la admiración que profesaba a Gustave Flaubert, a escribir cuentos y novelas. A los 22 años de edad se empezó a interesar por la biología, se convirtió en biólogo autodidacta y al mismo tiempo en un apasionado de la aeronáutica. En su calidad de biólogo autodidacta (nunca tuvo una educación científica ortodoxa) tomó como base el concepto de “medio interno” desarrollado por Claude Bernard en 1860, lo rebautizó como “medio vital” y sugirió la hipótesis de que el líquido en que se bañan las células es idéntico al liquido marino original al que él, como si nada, llamó “plasma marino”. En base a esto instauró en Francia los “Dispensarios Marinos” en los que “curaba” de todo a todo mundo, mediante el uso, por supuesto, de su “plasma marino”. Con y por sus Dispensarios, Quinton ganó fama. Su hipótesis se basaba en el siguiente supuesto:

Al tomar agua del mar o al sernos inyectada, nuestro medio interno recupera su poder. Y en un medio interno correcto ya no hace falta perseguir a los microbios nocivos, porque allí ellos no pueden prosperar. El suero marino da fuerza biológica a la célula para oponerse a la mayoría de las enfermedades.
En primer lugar hay que tener mucho cuidado con el uso de las palabras. El grupo que publicó este trabajo y que seguramente pertenece a los seguidores de la mal llamada “medicina alternativa”, hace un uso inadecuado de los términos. Creen a pie juntillas la hipótesis jamás probada de Quinton, o hacen como que creen en ella. Para empezar, no existe un “plasma marino”. Lo que sí existe, y abunda, es el agua de mar.
         La palabra plasma  (Del lat. plasma, y éste del gr. πλάσμα, formación) se refiere, en biología, a la parte líquida de la sangre o de la linfa que contiene en suspensión sus células componentes. En otras palabras, el plasma es la sangre o linfa desprovista de sus células.
La linfa está compuesta por un líquido claro pobre en proteínas y rico en lípidos, parecido a la sangre, pero con la diferencia de que las únicas células que contiene son los glóbulos blancos. La sangre en cambio contiene tres tipos de células que nadan en el plasma (el cual es rico en proteínas): los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas.  
Si en un tubo de ensayo ponemos sangre y la centrifugamos, al cabo de un tiempo vemos que en la parte inferior del tubo se ve un conglomerado espeso, de color rojo oscuro, que corresponde a las células sanguíneas y que por encima de éste se aprecia un líquido color ámbar. Este líquido es el plasma sanguíneo.
Transcribo dos párrafos de mi libro: “El AGUA, alimento vital para sus células” (www.palibrio.com), que aparecen bajo el subtítulo: El plasma y sus componentes:
El plasma en el que nadan los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas, es agua en un 90 por ciento. El otro 10 por ciento está constituido por proteínas plasmáticas, por electrolitos como el sodio, potasio, calcio, magnesio, cloro, bicarbonatos y sulfatos, y por los nutrientes, producto final  de los procesos digestivos que entran a la circulación procedentes del intestino delgado y del hígado.
En el plasma también circulan las enzimas, que son proteínas especializadas en acelerar los procesos metabólicos, y las hormonas (que producen las glándulas de secreción interna), que son sustancias proteicas derivadas del colesterol y a las que podemos considerar como “mensajeros químicos”.
Como puede apreciarse, el plasma es un líquido muy complejo que tiene una viscosidad 1.5 veces la del agua y que es producto de la interacción perfecta de un organismo pluricelular dividido en órganos y sistemas. En su producción y constitución intervienen, principalmente, el sistema digestivo, el sistema excretor renal y el sistema endócrino. Su contenedor y medio de transporte es el sistema circulatorio.
El agua de mar es un líquido nada complejo, constituido básicamente por agua con un alto contenido de sodio y de aire. Por esa razón es un líquido hipertónico, nada más. No existe “plasma marino”. Se trata de un disparate que quedó hace más de un siglo y medio en el olvido. Para ser más específico, transcribo los porcentajes de solutos sólidos que contiene el agua de mar:

El agua de mar es una disolución en agua de muy diversas sustancias. Hasta dos tercios de los elementos químicos naturales están presentes en el agua de mar, aunque la mayoría sólo como trazas. Algunos componentes, todos ellos iones, dan cuenta de más del 99% de la composición de solutos del agua de mar. Cloruro (55.3%), Sodio (31%), Sulfato (7.75%), Magnesio (3.7%), Bicarbonato (0.41%), Calcio (1.18%), Bromuro (0.19%), Potasio (1.14%), Flúor (0.0037%), Estroncio (0.022%), Ácido bórico (0.076%).

Lo anterior comprueba que el cloro + el sodio (la sal de cocina) representan el  86% de los solutos que contiene el agua de mar. No contiene colesterol, nutrientes, enzimas ni hormonas, pero sobre todo, no contiene proteínas plasmáticas: albúmina, globulina y fibrinógeno.
Dejemos de lado la equivocación, por ignorancia o a sabiendas, de llamar “plasma marino” al agua de mar y veamos otros aspectos del trabajo. Este trabajo, que de científico no tiene nada, está plagado de sentencias dogmáticas e infantiles. Veamos algunas de las que vienen en la presentación (las escribo en cursiva y con negrita):

En los dispensarios marinos de René Quinton se salvaba a los niños desnutridos inyectándoles agua de mar.

En esta cita se utiliza al menos la frase “agua de mar” y no “plasma marino”. Yo pregunto: ¿Cómo se les inyectaba el agua de mar a los niños desnutridos?  ¿De manera intravenosa, intramuscular, subcutánea? Entiendo que Quinton inyectara experimentalmente y a ciegas, cuando se iniciaba el siglo XX, agua de mar a niños desnutridos. Entiendo que lo haya intentado por las tres vías mencionadas y que, al percatarse del fracaso de su experimento se decidiera finalmente, como sucedió, por dárselas a tomar. Vuelvo a preguntar, y aquí se trata de una pregunta estrictamente médica; ¿cómo puede salvar a un niño desnutrido el agua salada de mar?

Nuestro cuerpo tiene un 70% de agua de mar isotónica. El agua del mar baña todos nuestros órganos internos.

Nuestro cuerpo contiene, efectivamente, 70% de agua, pero ni una sola y mínima gota de agua de mar. La principal fuente de abastecimiento del agua que requiere nuestro organismo proviene del agua que bebemos. ¡De agua dulce!, como se le llama al agua que no es de mar. Otra fuente, menor, del agua que necesitamos, proviene de los alimentos sólidos que ingerimos y del producto final del metabolismo de glúcidos, lípidos y aminoácidos. Cuando vamos al mar y nos metemos en él, el agua de mar baña nuestra piel y moja nuestro cabello, pero no llega a una sola célula de nuestros órganos internos. Además, señoras y señores que escribieron o colaboraron en la elaboración del trabajo que comento, el agua de mar no es isotónica. No dudo que ustedes lo saben; entonces: ¿Por qué decir “agua de mar isotónica”?
A mi entender sólo hay dos formas para definir correctamente el agua que utilizaba Quinton en sus dispensarios marinos: (1) Agua de mar rebajada con agua dulce, o (2) Agua dulce a la que se agrega cloruro de sodio.

Uno de los propósitos de los dispensarios marinos es que en el proceso de recogida de mar (sic), transporte y almacenamiento no exista presencia de dinero, de coste alguno, sino que sea un acto de absoluta solidaridad.  Para ello se necesita que alguien dedique el tiempo, que ponga el combustible, el vehículo y su ingenio. Algo tan sencillo y barato que los gobiernos deberían establecer estos servicios totalmente gratuitos. (Sic y recontra sic a todo).

Pregunto: ¿A ese “alguien” que dedica su tiempo a “recoger el mar”, quién le paga? ¿Quién le compra el vehículo que necesita y el combustible para que ese vehículo vaya y venga sin parar? Podríamos decir que las personas que viven a orillas del mar son afortunadas, porque va toda la familia a la playa, bebe agua de mar y se acabaron su problemas, se alimentan gratuitamente y se curan de prácticamente todo, pero…¿ y las personas que viven alejadas del mar? ¿Cómo llevar sin que “exista presencia de dinero” ni de “coste alguno”, agua de mar a la ciudad de México, a Chicago, Moscú o a La Paz, Bolivia? ¿Cuántos “alguien”, vehículos y combustible se necesitan para el proceso de “recogida de mar” que requiere una ciudad con dos o cinco o quince millones de habitantes?
Bueno, a quienes se les ocurrió esta aberración ya dieron con la solución: “los gobiernos deberían establecer estos servicios totalmente gratuitos”. Ellos, los “solidarios” siempre recurren a los gobiernos. Y los gobiernos no son “alguien” o bien somos todos. Yo les pregunto a los “solidarios”: ¿Si todo es gratuito y no tiene coste, por qué no lo hacen ustedes? Quinton no fue borrado de la historia por los mercantilistas, como se dice en el escrito de marras, lo borró de la historia lo equivocado de su teoría, la falsedad del “plasma marino”. Hace siglo y medio que René Quinton es historia olvidada. Los que quieren revivirlo que se vayan a “recoger el mar” y lo transporten y almacenen  sin “presencia de dinero y sin coste alguno”. ¿A qué esperan?
Termino con algo que me asombró mucho  porque quien elaboró el artículo, y sus colaboradores, se metió con Louis Pasteur. Si no se hubieran atrevido a mencionar a Pasteur en la forma en que lo hicieron, tal vez no me hubiera animado a escribir este post. Comparar a Quinton con Pasteur y decir que, en su tiempo, fueron iguales, es desconocer por completo la historia de la medicina. Ellos dicen textualmente (dejo fuera de la cita a Darwin, porque Darwin no tiene nada que ver con lo que estoy planteando):

La teoría de los Gérmenes de Pasteur (que en aquellos años competía intelectualmente en igualdad con las ideas de Quinton) se centraba en la competitividad, en la lucha. El desequilibrio y la muerte. Mientras que el plasma de Quinton fortalecía el organismo en su conjunto, el suero de Pasteur, la vacuna, intentaba aniquilar un tipo de microorganismo concreto declarado enemigo, el cual era específico y por lo tanto no servía para destruir otro microbio diferente.

Advierto mucha ignorancia en las aseveraciones anteriores. Perdieron, señores, la oportunidad de quedarse callados. En primer lugar, Louis Pasteur estudió física y química en las principales universidades de Francia, después fue maestro en ellas. Cuando Quinton nació, Pasteur tenía 44 años de edad. En 1854, 12 años antes de que naciera René Quinton, Louis Pasteur fue nombrado decano de la Facultad de Ciencias en la Universidad de Lille y poco tiempo después resolvió el problema de la fermentación alcohólica, descubrió el proceso orgánico de la fermentación del ácido láctico, salvó la industria vitivinícola de Francia, la industria cervecera de Francia y Alemania y la industria de la seda. En 1864, dos años antes de que naciera Quinton, Louis Pasteur anunció en la Sorbona el resultado de sus estudios irrebatibles mediante los cuales echó por tierra la milenaria Teoría de la Generación Espontánea e introdujo la Teoría Microbiana de las enfermedades contagiosas. Fue así como se inició la bacteriología moderna. ¿Dónde está el desequilibrio y la muerte en todo esto? En 1880 (Quinton: 14 años), Louis Pasteur desarrolló la vacuna contra el cólera aviar. En 1881 (Quinton: 15 años) desarrolló la vacuna contra el ántrax o carbunco. En 1885 (Cuando Quinton  tenía 19 años y todavía escribía cuentos y novelas), inició Louis Pasteur la vacunación del niño Joseph Meister, mordido por un perro rabioso, probando así, con éxito rotundo, la vacuna que había desarrollado contra la rabia. Las vacunas que desarrollo Louis Pasteur, tras muchos años de observación y trabajo rigurosamente científico, han salvado la vida a millones de animales y seres humanos.
Ninguna vacuna, señor Pedro Pozas Terrados, señoras y señores colaboradores suyos, intenta aniquilar un tipo de microorganismo concreto declarado enemigo. Las vacunas no “aniquilan” gérmenes. Su acción consiste en inducir una respuesta inmunitaria en el organismo en que se aplica (formación de anticuerpos). Lo que se inyecta al vacunar es el agente causal del mal, atenuado en su virulencia, y su efecto es específico porque todo microorganismo patógeno produce una enfermedad específica. La vacuna para proteger contra la poliomielitis no sirve para proteger contra el tétanos, y viceversa. ¿Ignoran ustedes que otro gigante de la ciencia, Robert Koch, el más implacable cazador de microbios que ha existido, demostró la especificidad de las enfermedades infecciosas. En otras palabras, que cada germen produce una enfermedad diferente?
¿A quién pretenden engañar comparando a René Quinton, el biólogo autodidacta que no probó jamás nada y cuyo “plasma marino” es inexistente, con Louis Pasteur que es, seguramente, el científico más grande de la historia?
En lo personal no tengo nada en contra de que personas esperanzadas acudan a un Dispensario Marino y beban agua de mar. Puede tratarse de un placebo eficaz. Lo que no es válido es afirmar que ese placebo fortalece el organismo, termina con todos los microbios y cura un sin fin de enfermedades. Llamar a ese placebo “plasma marino” es  inaceptable y es poco serio.


Dr. Ricardo Perera Merino

domingo, 11 de diciembre de 2011

RESPUESTA A UN JOVEN MÉDICO QUE ME DESCALIFICA.



Diciembre 11, 2011.

Hace un par de días recibí un E-mail. Me lo envió un médico que tiene, me dice, 32 años. Las personas que me hacen el honor de leer mis blogs o mis libros saben que tengo 75 años, de modo que este joven médico que me escribió es, para mí, una persona muy joven y yo, para él, una persona vieja. Su escrito es muy crítico, lo cual agradezco, y es respetuoso, por eso le respondí de inmediato. Su redacción es magnífica y escribe sin falta alguna de ortografía, lo cual es muy raro en nuestros días.
         Inicia su escrito informándome que trabaja desde hace cuatro años en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) como especialista en medicina familiar, en una clínica de primer nivel, en el estado de Durango.  Leyó la quinta edición de mi libro: “CERO menos UNO. El caos de la consulta en el Seguro Social” y defiende con entusiasmo el Sistema Médico Familiar, “el cual ataca usted de manera inmisericorde”. También, me dice, lee mis blogs. En cuanto a éstos, se refiere únicamente a las cuatro partes en que dividí mi post: “La Burocracia Médica”.
         La correspondencia entre este joven médico y yo es asunto nuestro. Ambos esperamos mantener el contacto. La razón por la cual escribo este post surge de la duda que dejó en mí el párrafo con el que termina su escrito. Lo transcribo:
        
“Usted habla con mucha suficiencia de la medicina pública y de  la medicina institucional y parece que conociera todo, a fondo, acerca del tema que llama: “burocracia médica”. Ser médico y tener la edad que tiene no lo califica para dogmatizar al respecto. Las personas mayores tienen experiencia y pueden, o no, tener sabiduría, pero también pueden perpetuarse en ellas, e influir en sus opiniones,  las malas experiencias. Es posible, como decimos, que a usted le haya ido mal en la feria. Yo, con el debido respeto, lo descalifico”.
        
Mi respuesta al E-mail de este joven médico versó casi exclusivamente acerca del Sistema Médico Familiar, rector obstructivo y obsoleto, desde hace 65 años, de la consulta externa en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Sobre la descalificación con que termina su escrito no hice alusión alguna, pero me puso a pensar. En mí, gracias a él, surgió la pregunta obligada: “¿Estoy calificado para hablar con “suficiencia” (capacidad, conocimiento de causa) acerca de las medicinas institucional y pública? Pienso que sí, pero…tal vez no.
Los hechos son éstos:
        
Fui médico burócrata durante 38 años. Los primeros 15, de esos 38 años, trabajé simultáneamente (en diferentes turnos) tanto en la medicina Institucional (IMSS), como en la medicina pública (Hospitales de Urgencia del Departamento del Distrito Federal).
         En la medicina institucional (los primeros 15 años) fui, en este orden, médico familiar, director de una clínica de consulta externa y médico de urgencias. Durante los tres años que fui director de clínica, de una clínica ubicada en la zona poniente del valle de México, dirigí la actividad de 30 médicos familiares, de cuatro médicos de urgencias y de 6 especialistas. Lidié con sindicatos poderosos y beligerantes. Cito los sindicatos de Altos Hornos de México, Monsanto, Good Year Oxo, Guanos y Fertilizantes de México, Ford Motor Company y Bacardí, entre otros. También, por supuesto, con el Sindicato Nacional de Trabajadores del IMSS. Durante ese tiempo, cuando me desempeñaba en un puesto de confianza, dije a mi jefe, un defensor a ultranza del Sistema Médico Familiar, que yo consideraba dicho Sistema como un obstáculo irreversible para el buen funcionamiento de la atención primaria. Cuando se presentó la ocasión expuse al Director General del IMSS, ante mi jefe (que por cierto no me había autorizado para hacerlo) y ante 39 directores de clínicas y clínicas hospital, mis puntos de vista al respecto. Nunca critiqué el sistema en lo bajito. Lo hice públicamente. Cuando ya trabajaba como médico de urgencias, turno nocturno, en una clínica al sur de la Ciudad de México, salió a la luz la primera edición de CERO menos UNO y escribí un artículo sobre la burocracia imperante, que fue publicado en un diario de cobertura nacional.
         En la medicina pública (todos los 38 años), fui, primero, director durante un sexenio de uno de los cuatro hospitales de Urgencias de los Servicios Médicos del Departamento del Distrito Federal (Hospital de Urgencias Balbuena) y los otro 33 años me desempeñé como cirujano vascular del hospital de Urgencias Xoco. Dos años en el turno matutino y 31 años en el turno nocturno.
         Así las cosas, puedo decir que durante 38 años fui jefe y compañero de médicos, enfermeras, trabajadoras sociales, técnicos de laboratorio y gabinete, personal de intendencia, choferes de ambulancia, camilleros, secretarias y personal administrativo. Tuve el placer, y también el disgusto, de compartir arduas sesiones de trabajo con altos jefes y con mis pares. Durante 38 años luché contra Comités y Comisiones, normas inútiles, papeleo, memorándums, “logros” sindicales, carencia inaceptable de recursos, jefes ignorantes o apáticos, compañeros médicos indolentes, faltistas o simplemente inútiles. También, ¡que grato es saberlo y decirlo!, conocí y conviví con directivos capaces, con cirujanos notables, con intensivistas, anestesiólogos y diversos especialistas de primerísimo orden y con personal paramédico responsable y eficiente. Conozco a fondo la normatividad general que priva en las medicinas institucional y pública de mi país y me mantengo actualizado al respecto.
        
Treinta y ocho años se dicen fácil joven, inquieto y apreciado médico. Tú tienes 32 de edad y cuatro de servicios. Que empiece ahora tu cuenta: cinco, seis, siete…Cuando llegues a quince tal vez, si sigo por aquí, podamos volver a intercambiar opiniones. Cuando llegues a 38, contarás tus experiencias a alguno de tus nietos, pero de tales experiencias, yo ya no sabré nada, absolutamente nada. Lo que sí sé y siento, ahora y desde siempre, es que a mí me fue bien en la feria.

Dr. Ricardo Perera Merino